Nunca os habéis preguntado cómo es posible que Ulises pasara tantos años
perdido con su barco en el Mediterráneo. Justamente en un mar tan pequeño donde
la distancia entre el punto más alejado del mar con respecto a su costa más cercana
puede recorrerse en barco en uno o, como máximo, en dos días. Suena extraño
¿verdad? Pues eso es lo que la arqueología ha querido demostrar relacionando la
situación de Troya con la descripción del viaje de Ulises realizada por Homero.
Sin embargo, la realidad que se esconde detrás del viaje de Ulises es la
descripción de muchos viajes realizados por los fenicios. Para este pueblo de
grandes navegantes, el mundo conocido iba más allá de la cuenca del
Mediterráneo y de su orilla.
Al contrario que los griegos, los fenicios siempre fueron un pueblo
introvertido al que no le gustaba relevar sus conocimientos. Es más,
protegieron sus puntos de abastecimiento inventándose historias de monstruos
que asustaban a los marinos de otros pueblos. Así, usando el engaño y aprovechándose de la tendencia del ser humano en creer en supersticiones y en el más allá, pudieron garantizar el monopolio sobre sus productos. Y de este modo, no solo consiguieron el monopolio sobre sus productos sino que pudieron expandirse sin temer ningún tipo de competencia. La
expansión de sus viajes fue un elemento vital para la supervivencia de este
pueblo de comerciantes. Así, por ejemplo, cuando se agotaron las minas de estaño del sur de
la Península ibérica, los fenicios cruzaron el estrecho de Gibraltar y
navegaron hacia el sur de Inglaterra en busca de nuevas minas y materias
primas.
Esto divide las navegaciones fenicias en dos tipos. Por una parte tenemos la
navegación por las rutas comerciales en las que se iban estableciendo colonias.
Estas colonias están ampliamente documentadas por la arqueología. Y, por otra parte,
podemos considerar los viajes de exploración cuyo fin era abrir nuevos mercados y encontrar materias primas que luego revendían a los pueblos del este
mediterráneo.
Con la caída del mundo fenicio debido al creciente dominio de los asírios, las colonias de Sicilia y el sur de Italia se convirtieron en presa fácil para los
griegos. Cartago intentó salvar lo que quedaba del mundo y la cultura fenicia pero finalmente sucumbió. En consecuencia, los fenicios abandonaron las rutas
comerciales secretas del Atlántico y desde sus colonias en el sur de la
Península ibérica amenazaron con hundir los barcos que se atrevieran a poner
rumbo hacia las aguas del Atlántico. Las historias de monstruos marinos hicieron
el resto evitando que pueblos mucho menos versados en el arte de la navegación
y construcción de barcos lo intentaran.
Se sabe, porque se han encontrado restos arqueológicos, que los fenicios
estuvieron en las Islas canarias en busca de tinte púrpura, en el sur de
Inglaterra en busca de estaño y en las Azores. Sin embargo, en las Azores no
hay nada que pudiera interesar a este pueblo de comerciantes. ¿Y si a este
punto no hubieran llegado desde el estrecho de Gibraltar sino que fuera el
punto de retorno de América? Las corrientes y los vientos son favorables a esta
teoría. Para ir al Caribe desde el Mediterráneo se sale al Atlántico y se pone
Rumbo a las Canarias. Una vez allí se aprovechan los Alisios y en poco tiempo
se llega al caribe. Y para volver del Caribe al Mediterráneo la ruta lógica
pasa por las Azores. Esa también fue la ruta que tomó Colón.
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